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miércoles, 2 de octubre de 2019

LA SEXUALIDAD FEMENINA.


La tarea de resignar la zona genital originariamente rectora, el clítoris, por una nueva, la vagina, complica el desarrollo de la sexualidad femenina. Ahora se aparece una segunda mudanza de esa índole, el trueque del objeto-madre originario,por el padre.
1. Ligazón-madre.
La fase de la ligazón-madre exclusiva, que puede llamarse preedípica, reclama una significación muchísimo mayor en la mujer, que en el varón. Ya que la teoría freudiana asegura que muchas mujeres eligen a su marido de acuerdo con el modelo del padre o lo colocan en el lugar de éste; pero en el matrimonio repiten con ese marido, su mala relación con la madre. De hecho, en el curso de esta fase, el padre no es para la niña mucho más que un rival fastidioso, ya que la madre es su primer objeto; aunque la hostilidad hacia él nunca alcanza la altura característica como lo es para el niño.
2. Fases de la vida sexual femenina.

Lo que precede a la genitalidad en la infancia, tiene que desenvolverse en la mujer en torno del clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone por regla general en dos fases: una de carácter masculino y  sólo la segunda es la específicamente femenina. [1]
En el caso de la mujer al igual que en el varón, tiene que ser la madre, el primer objeto pues las condiciones primarias de la elección objetal, son iguales en todos los niños. Pero al final del desarrollo el varón-padre se ha convertido en el nuevo objeto de amor; vale decir: al cambio de vía sexual de la mujer tiene que corresponder un cambio de vía en el sexo del objeto.
3. Mecanismos para el extrañamiento del objeto-madre.

El interés para Freud, se dirige a los mecanismos que se han vuelto eficaces para el extrañamiento del objeto-madre, es decir cuando la ligazón-madre (Objeto de amor) se va a pique (a fundamento):
En primera línea, han de nombrarse aquí los celos hacia otras personas, hermanitos, rivales entre quienes también el padre encuentra lugar. La madre la nutrió de manera insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor materno y no cumplió todas las expectativas de amor que ella esperaba. Ahora bien, un segundo carácter es que este amor carece propiamente de meta, es incapaz de una satisfacción plena, por eso está condenado a desembocar en un desengaño y dejar sitio a una actitud hostil.
Otro motivo, mucho más específico para el desprendimiento de la madre, resulta del efecto que el complejo de castración ejerce sobre la pequeña criatura carente de pene, existiendo el reproche de no haberla dotado de un genital correcto, vale decir, de haberla parido mujer.
Por último, la prohibición de masturbarse, se convierte en la ocasión para dejar de hacerlo, pero también es motivo para rebelarse contra la persona prohibidora, vale decir, la madre. El aferramiento en la masturbación parece abrir el camino hacia la masculinidad. El rencor, por haberle impedido el libre quehacer sexual, desempeña un gran papel en el desasimiento de la madre. Ese mismo motivo vuelve a producir efectos tras la pubertad, cuando la madre cree su deber preservar la castidad de la hija.
El tránsito al objeto-padre se cumple con ayuda de las aspiraciones pasivas, quedando expedito para la niña el camino hacia el desarrollo de la feminidad, en tanto no lo angosten los restos de la ligazón-madre preedípica superada. [2]
4. Orientaciones de desarrollo femenino.

Son diversos los efectos del complejo de castración en la mujer. Ella reconoce el hecho de su castración y así, la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero también se revuelve contra esa situación desagradable. De esa actitud dispar derivan tres orientaciones de desarrollo:
●La primera, la suspensión de toda la vida sexual. La niña, aterrorizada por la comparación con el varón, queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y con él, a la sexualidad en general, así como a buena parte de su virilidad en otros campos.
●La segunda línea, la porfiada hiperinsistencia en la virilidad, retiene la masculinidad amenazada; la esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas increíblemente tardías, es elevada a la condición de fin vital y la fantasía de ser a pesar de todo un varón sigue poseyendo a menudo virtud plasmadora durante prolongados períodos. También este «complejo de masculinidad» de la mujer puede terminar en una elección de objeto homosexual manifiesta.
●Sólo un tercer desarrollo, los esbozos de la feminidad definitiva, desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo de Edipo. Por lo tanto, el complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado; es creado por él influjo de la castración.
Bibliografia:
[1] Sigmund FREUD .Sobre la sexualidad femenina.1931.Ed. Amorrortu. Buenos Aires .Pág. 229.
[2] Sigmund FREUD .Feminidad.33ª Conferencia. Freud Total Versión Electrónica. Trad. L. Ballesteros.1933.



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