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martes, 25 de diciembre de 2018

EL COMPLEJO DE EDIPO FEMENINO

El Preedípo en la niña.
Así pues Freud sitúa una etapa preedípica (fase oral y fase anal) donde las primeras mociones pulsionales se darían de forma prácticamente idéntica en el niño y la niña. En esta fase previa al Complejo de Edipo, todos los niños descubren la sexualidad en diferentes zonas de su cuerpo e inician tempranamente su actividad masturbatoria. El niño con su pequeño pene y la niña con el clítoris al que le dan un valor equivalente al del pene. Así, en esta primera etapa toda la actividad sexual sería considerada "masculina" o podríamos llamarla también "fálica". En esta etapa la madre es el primer objeto de amor para ambos. Como el ser encargado de sus primeros cuidados y la persona que va hacerles descubrir las primeras satisfacciones sexuales, este objeto se convierte por tanto en el primero y más fuerte vínculo existente. La sexualidad infantil, es en este momento plurimorfa, intensa, fálica y satisfactoria
El complejo de Edipo en la niña.
El complejo de Edipo, revela cada vez más su significación, como fenómeno central del período sexual de la primera infancia. Después cae sepultado, sucumbe a la represión, y es seguido al período de latencia a raíz que se va a pique {al fundamento}. En relación a esto, es importante recalcar que en la niña el complejo de Edipo, es una formación secundaria: lo preceden y lo preparan las repercusiones del complejo de castración. En lo que se refiere a la relación entre los complejos de Edipo y de castración surge un contraste fundamental entre ambos sexos. Mientras el complejo de Edipo del varón se aniquila en el complejo de castración, el de la niña es posibilitado e iniciado por el complejo de castración. La niña acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.  
● El Complejo de Castración y la Envidia del Pene. Para la niña al igual que el varón, su primer objeto de amor es la madre (inclinación preedípica), puesto que durante los primeros estadios, tiene las mismas necesidades de alimento y de relación afectiva que el niño. En el momento del complejo de Edipo si se aparta de su primer objeto, para dirigirse hacia el padre, permite una primera complicación en su desarrollo: un reemplazo del objeto de amor, acompañando de una inversión de los sentimientos que tenía hacia su primer objeto de amor; el amor hacia la madre se vuelve odio y rivalidad.

Este cambio de sentimientos se debe a lo siguiente: Existe en un inicio la teoría sexual infantil, de que todos los seres humanos poseen pene, en este momento el clítoris de la niña se comporta en un todo como un pene, pero ella, por la comparación con un niño percibe que es demasiado corto y siente este hecho como un perjuicio, una razón de inferioridad y desde ese momento cae víctima de la envidia fálica o del descubrimiento de la inferioridad del clítoris, ella lo ha visto y quiere tenerlo. A partir de este punto arranca el denominado complejo de masculinidad de la mujer, que puede llegar a dificultar considerablemente su desarrollo regular hacia la femineidad.

Durante un tiempo se consuela con la expectativa de que después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan grande como el del niño.  Concibiéndose de esta manera como fundamento común de la unidad de este complejo de castración: el objeto de la castración (el falo) que reviste idéntica importancia en esta fase para el niño como para la niña. Pero la niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración, abriendo de esta manera, la búsqueda que le conduce a desear el pene paterno, constituyendo por lo tanto el momento de entrada en el Edipo. Esta diferencia sexual en la niña pone en marcha sentimientos de resentimiento y hostilidad muy notorios, reproches dirigidos a la madre que en última instancia se resumen en el de ¿por qué me pariste mujer? .De esta castración la hace responsable y la desprecia, cuando llega a darse cuenta de que su madre está desprovista de pene produciendo un primer cambio:
▪ Primer Cambio: Cambio de objeto de amor (Sustituir la madre por el padre): Odia a su madre y  se dirige hacia el padre como el verdadero objeto de amor, y el hijo que quería tener del padre, simboliza el pene que cree haber perdido. Este extrañamiento hacia la madre empieza a producirse cuando se significa la diferencia sexual. Es así que el complejo de castración, actúa siempre en el sentido dictado por su propio contenido: inhibe y restringe la masculinidad, estimulando la femineidad.

▪ El segundo es el cambio de la zona erógena: el clítoris (de naturaleza fálica) por la vagina, propiamente femenino. Como se mencionó anteriormente, durante la etapa fálica, el clítoris constituye la zona erógena, constituyendo  un equivalente del pene; por lo tanto es preciso que en un segundo tiempo se instaure la sensibilidad vaginal, lo cual se efectúa en el momento de la pubertad o después. 
En estos cambios, desempeñan una función central, el complejo de castración y la envidia del pene:
a. Resentimiento hacia la madre, que no ha dotado a la niña de un pene.
b. Menosprecio de la madre, que aparece así como castrada.
c. Renuncia a la actividad fálica (masturbación clitorídea), adquiriendo preponderancia la pasividad.
d. Equivalencia simbólica del pene y el niño.
Mucho más que el varón, el complejo de Edipo de la niñita es mucho más unívoco que el del pequeño portador del pene, es raro que vaya más allá de la sustitución de la madre y de la actitud femenina hacia el padre. La niña se desliza a lo largo de una ecuación simbólica del pene al hijo; parirle un hijo. El complejo de Edipo, es abandonado después poco a poco, porque no se cumplen dos deseos:
-Poseer un pene.
-Recibir un hijo del padre.
Renuncia a su deseo del pene, poniendo en su lugar el deseo de un niño, con este propósito toma al padre como objeto amoroso y la madre se convierte en objeto de sus celos. Si la vinculación con el padre llega a fracasar más tarde y si debe ser abandonada, puede ceder la plaza a una identificación con el mismo, retornando así la niña a su complejo de masculinidad, para quedar quizá fijada en él. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, retenido durante mucho tiempo, de recibir del padre, como regalo, un hijo, tener de él un hijo. Sin embargo ambos deseos, son reprimidos y desaparecen, es decir permanecen en el inconsciente, el lugar lo ocupa el Superyó, contribuyendo a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual.
Bibliografía.
Freud S. (1924).El sepultamiento del complejo de Edipo. Buenos Aires: Ed. Amorrortu.

-(1925) .Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica.

domingo, 21 de enero de 2018

ETAPAS DE DESARROLLO PSICOSEXUAL SEGUN FREUD


La teoría de Sigmund Freud está orientada biológicamente y presenta el desarrollo psicológico en cinco etapas de desarrollo psicosexual:

● Etapa Oral. Abarca los primeros meses de la vida, donde el placer sexual correspondiente a esta "primera fase oral" es la succión. El niño siente placer tanto al succionar el pecho materno e ingerir su alimento, es decir, al satisfacer sus necesidades alimenticias, como también al succionar su dedo o el chupete, es decir, al estimular la mucosa bucal sin apagar su hambre. De esta etapa se distinguen dos fases: El objeto anhelado en la primera fase oral es el pecho materno o su sustituto, la mamadera. Esta situación es distinta en la segunda fase oral, llamada también caníbal. Cuando aparecen los primeros dientes busca su mayor satisfacción con la boca, pero ya no por medio de la succión, sino mordiendo y masticando.
Un bebé con privaciones orales tiende a convertirse prematuramente en una persona autodependiente que a la vez siente incertidumbre e inseguridad. Por otra parte, el bebé oralmente satisfecho puede convertirse en una persona confiada y muy dependiente.

● Etapa Anal. Comprende desde los 12 y los 18 meses hasta los 4 años y es una época en la que predomina el placer en el sistema de eliminación anal. También esta etapa y sus sensaciones correspondientes pueden subdividirse en dos etapas. Durante la primera etapa anal, predomina el placer de la expulsión, y el excremento expulsado es equiparado por el inconsciente a un objeto querido. Es decir, que existe otra vez una situación ambivalente frente al objeto porque el niño quiere retenerlo, por estimarlo; y expulsarlo, con intenciones destructivas, por odiarlo y temerlo. En la segunda fase anal, el placer principal ya no radica tanto en la expulsión hostil del objeto como en su retención. Es decir, que el objeto es más apreciado y menos odiado que antes.
Cuando en esta etapa se le muestra mucho afecto y se le consiente, el niño puede desarrollar una fijación en la etapa anal, sin embargo, el exceso de rigidez y aspereza pueden tener el mismo efecto.

● Etapa Fálica. Comienza alrededor de los 3 o 4 años y se extiende alrededor  hasta la mitad de la niñez. En esta época recrudece la masturbación, el niño da suma valoración a su pene y la niña a su clítoris. Comienzan entonces la curiosidad, la angustia y la confusión que provocan las diferencias entre la anatomía sexual del varón y la niña. El niño siente celos del padre, quiere impedirle vida sexual con su madre y eliminarlo. Es la situación triangular típica de toda evolución infantil, que Freud caracterizó en el término de "situación edípica", basándose en la tragedia clásica de Edipo.
La culminación de esta etapa, es el Complejo de Edipo  que llega entre los 5 o 6 años y se resuelve comúnmente entre los 15 y los 17 años de vida.

● Periodo de Latencia. El periodo de latencia consiste en una represión de la sexualidad infantil. Las ideas e impulsos asociados con las etapas oral, anal y fálica son sepultados en el inconsciente (o sea reprimidos) y se les deniega su expresión; pero siguen ahí en forma latente, como la estructura que adquiere la libido. Los recuerdos, organizados sexualmente, de estas tres etapas influirán en las asociaciones futuras del individuo. Por lo tanto, la latencia surge cuando el niño encuentra la necesidad de renunciar a sus esfuerzos edípicos y se caracteriza por la orientación hacia la realidad y por la aparente falta de sexualidad. Sin embargo la sexualidad retorna en la adolescencia cuando el adolescente se plantea su capacidad física para ella.

● Etapa Genital. Marca el inicio de la pubertad y la entrada a la adolescencia. La sexualidad reprimida durante la latencia aparece de nuevo y ocasiona una multitud de problemas que se habían eliminado en la latencia. Desde el punto de vista freudiano la adolescencia es una época en que el adolescente en desarrollo se ve amenazado por la disolución de la personalidad que ha construido y estabilizado durante el periodo de latencia.
En el artículo “Tres ensayos de teoría Sexual” sólo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y el femenino.
En esta etapa la organización genital infantil se caracteriza por una discrepancia entre las exigencias edípicas y el grado de desarrollo biológico. La evolución de la corriente sensual, descrita en “Tres ensayos sobre la teoría sexual” conduce a la organización genital: con la pubertad aparece un nuevo fin sexual, a cuya realización contribuyen todas las pulsiones parciales, mientras que las zonas erógenas se subordinan a la primacía de la zona genital .La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción. Se  activa la pulsión sexual, elemento psicológico correspondiente a las energías libidinales que necesitan la descarga de la tensión. Se  introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual. Hasta ese momento actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas singulares que, independientemente unas de otras, buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual. Ahora es dada una nueva meta sexual; para alcanzarla, todas las pulsiones parciales cooperan, al par que las zonas erógenas se subordinan al primado de la zona genital. La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción.
Al separar la energía libidinosa de otras clases de energía psíquica, se da expresión a la premisa de que los procesos sexuales del organismo se diferencian de los procesos de la nutrición por un quimismo particular.
En esta etapa una nueva oleada de represión, afecta justamente a la sexualidad del clítoris, es así que el refuerzo de las inhibiciones sexuales, creado por esta represión que sobreviene a la adolescente durante esta etapa.
Cada vez que la niña logra trasferir la estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, ha mudado la zona rectora para su práctica sexual posterior. En este cambio de la zona erógena rectora, así como en la oleada represiva de la pubertad que, por así decir, elimina la virilidad infantil, residen las principales condiciones de la proclividad de la mujer a la neurosis, en particular a la histeria.
El impulso sexual aumentado durante este período revive la tendencia hacia los objetos incestuosos provocando una segunda situación edípica, aunque mitigadas por el desarrollo del Superyó que reprimirá esas tendencias.
Según Freud en esta etapa se produce: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, el único que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la nueva generación y la antigua.
Así, también el autor refiere que  hay personas que nunca superaron la autoridad de los padres y no les retiraron su ternura o lo hicieron sólo de modo muy parcial. Son casi siempre muchachas: que  para contento de sus progenitores, conservan plenamente su amor infantil mucho más allá de la pubertad. La inclinación infantil hacia los padres es sin duda la más importante de las sendas que, renovadas en la pubertad, marcan después el camino a la elección de objeto.
Referencias Bibliográficas.
-Sigmund FREUD .Tres ensayos de teoría Sexual. Buenos Aires: Ed. Amorrortu..1905.Pág. 189-200
-Jean LAPLANCHE. Diccionario de psicoanálisis. España: Editorial Labor .1981..Pág.169

-Joseph STONE y Joseph CHURCH, La niñez y la adolescencia. Ed. Lumen . Home ,Buenos Aires, Pág.262
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