El
Preedípo en la niña.
Así pues Freud sitúa una etapa preedípica (fase
oral y fase anal) donde las primeras mociones pulsionales se darían de forma
prácticamente idéntica en el niño y la niña. En esta fase previa al Complejo de
Edipo, todos los niños descubren la sexualidad en diferentes zonas de su cuerpo
e inician tempranamente su actividad masturbatoria. El niño con su pequeño pene
y la niña con el clítoris al que le dan un valor equivalente al del pene. Así,
en esta primera etapa toda la actividad sexual sería considerada "masculina"
o podríamos llamarla también "fálica". En esta etapa la madre es el
primer objeto de amor para ambos. Como el ser encargado de sus primeros
cuidados y la persona que va hacerles descubrir las primeras satisfacciones
sexuales, este objeto se convierte por tanto en el primero y más fuerte vínculo
existente. La sexualidad infantil, es en este momento plurimorfa, intensa,
fálica y satisfactoria
El
complejo de Edipo en la niña.
El complejo de Edipo, revela cada vez más su
significación, como fenómeno central del período sexual de la primera infancia.
Después cae sepultado, sucumbe a la represión, y es seguido al período de
latencia a raíz que se va a pique {al fundamento}. En relación a esto, es
importante recalcar que en la niña el complejo de Edipo, es una formación
secundaria: lo preceden y lo preparan las repercusiones del complejo de
castración. En lo que se refiere a la relación entre los complejos de Edipo y
de castración surge un contraste fundamental entre ambos sexos. Mientras el
complejo de Edipo del varón se aniquila en el complejo de castración, el de la
niña es posibilitado e iniciado por el complejo de castración. La niña acepta
la castración como un hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a
la posibilidad de su consumación.
●
El Complejo de Castración y la Envidia del Pene. Para la niña al igual que el
varón, su primer objeto de amor es la madre (inclinación preedípica), puesto
que durante los primeros estadios, tiene las mismas necesidades de alimento y
de relación afectiva que el niño. En el momento del complejo de Edipo si se
aparta de su primer objeto, para dirigirse hacia el padre, permite una primera
complicación en su desarrollo: un reemplazo del objeto de amor, acompañando de
una inversión de los sentimientos que tenía hacia su primer objeto de amor; el
amor hacia la madre se vuelve odio y rivalidad.
Este
cambio de sentimientos se debe a lo siguiente: Existe en un inicio la teoría
sexual infantil, de que todos los seres humanos poseen pene, en este momento el
clítoris de la niña se comporta en un todo como un pene, pero ella, por la
comparación con un niño percibe que es demasiado corto y siente este hecho como
un perjuicio, una razón de inferioridad y desde ese momento cae víctima de la
envidia fálica o del descubrimiento de la inferioridad del clítoris, ella lo ha
visto y quiere tenerlo. A partir de este punto arranca el denominado complejo
de masculinidad de la mujer, que puede llegar a dificultar considerablemente su
desarrollo regular hacia la femineidad.
Durante
un tiempo se consuela con la expectativa de que después, cuando crezca, ella
tendrá un apéndice tan grande como el del niño.
Concibiéndose de esta manera como fundamento común de la unidad de este
complejo de castración: el objeto de la castración (el falo) que reviste
idéntica importancia en esta fase para el niño como para la niña. Pero la niña
no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica
mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y
después lo perdió por castración, abriendo de esta manera, la búsqueda que le
conduce a desear el pene paterno, constituyendo por lo tanto el momento de
entrada en el Edipo. Esta diferencia sexual en la niña pone en marcha
sentimientos de resentimiento y hostilidad muy notorios, reproches dirigidos a
la madre que en última instancia se resumen en el de ¿por qué me pariste mujer?
.De esta castración la hace responsable y la desprecia, cuando llega a darse
cuenta de que su madre está desprovista de pene produciendo un primer cambio:
▪
Primer Cambio: Cambio de objeto de amor (Sustituir la madre por el padre): Odia
a su madre y se dirige hacia el padre
como el verdadero objeto de amor, y el hijo que quería tener del padre,
simboliza el pene que cree haber perdido. Este extrañamiento hacia la madre
empieza a producirse cuando se significa la diferencia sexual. Es así que el
complejo de castración, actúa siempre en el sentido dictado por su propio
contenido: inhibe y restringe la masculinidad, estimulando la femineidad.
▪
El segundo es el cambio de la zona erógena: el clítoris (de naturaleza fálica)
por la vagina, propiamente femenino. Como se mencionó anteriormente, durante la
etapa fálica, el clítoris constituye la zona erógena, constituyendo un equivalente del pene; por lo tanto es
preciso que en un segundo tiempo se instaure la sensibilidad vaginal, lo cual
se efectúa en el momento de la pubertad o después.
En
estos cambios, desempeñan una función central, el complejo de castración y la
envidia del pene:
a.
Resentimiento hacia la madre, que no ha dotado a la niña de un pene.
b.
Menosprecio de la madre, que aparece así como castrada.
c.
Renuncia a la actividad fálica (masturbación clitorídea), adquiriendo
preponderancia la pasividad.
d.
Equivalencia simbólica del pene y el niño.
Mucho
más que el varón, el complejo de Edipo de la niñita es mucho más unívoco que el
del pequeño portador del pene, es raro que vaya más allá de la sustitución de
la madre y de la actitud femenina hacia el padre. La niña se desliza a lo largo
de una ecuación simbólica del pene al hijo; parirle un hijo. El complejo de
Edipo, es abandonado después poco a poco, porque no se cumplen dos deseos:
-Poseer
un pene.
-Recibir
un hijo del padre.
Renuncia
a su deseo del pene, poniendo en su lugar el deseo de un niño, con este
propósito toma al padre como objeto amoroso y la madre se convierte en objeto
de sus celos. Si la vinculación con el padre llega a fracasar más tarde y si
debe ser abandonada, puede ceder la plaza a una identificación con el mismo,
retornando así la niña a su complejo de masculinidad, para quedar quizá fijada
en él. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, retenido durante mucho tiempo,
de recibir del padre, como regalo, un hijo, tener de él un hijo. Sin embargo
ambos deseos, son reprimidos y desaparecen, es decir permanecen en el
inconsciente, el lugar lo ocupa el Superyó, contribuyendo a preparar al ser
femenino para su posterior papel sexual.
Bibliografía.
Freud
S. (1924).El sepultamiento del complejo de Edipo. Buenos Aires: Ed. Amorrortu.
-(1925)
.Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica.
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