La tarea de
resignar la zona genital originariamente rectora, el clítoris, por una nueva,
la vagina, complica el desarrollo de la sexualidad femenina. Ahora se aparece
una segunda mudanza de esa índole, el trueque del objeto-madre originario,por
el padre.
1.
Ligazón-madre.
La fase de
la ligazón-madre exclusiva, que puede llamarse preedípica, reclama una
significación muchísimo mayor en la mujer, que en el varón. Ya que la teoría
freudiana asegura que muchas mujeres eligen a su marido de acuerdo con el modelo
del padre o lo colocan en el lugar de éste; pero en el matrimonio repiten con
ese marido, su mala relación con la madre. De hecho, en el curso de esta fase,
el padre no es para la niña mucho más que un rival fastidioso, ya que la madre
es su primer objeto; aunque la hostilidad hacia él nunca alcanza la altura
característica como lo es para el niño.
2. Fases de
la vida sexual femenina.
Lo que
precede a la genitalidad en la infancia, tiene que desenvolverse en la mujer en
torno del clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone por regla general
en dos fases: una de carácter masculino y sólo la segunda es la
específicamente femenina. [1]
En el caso
de la mujer al igual que en el varón, tiene que ser la madre, el primer objeto
pues las condiciones primarias de la elección objetal, son iguales en todos los
niños. Pero al final del desarrollo el varón-padre se ha convertido en el nuevo
objeto de amor; vale decir: al cambio de vía sexual de la mujer tiene que
corresponder un cambio de vía en el sexo del objeto.
3.
Mecanismos para el extrañamiento del objeto-madre.
El interés
para Freud, se dirige a los mecanismos que se han vuelto eficaces para el
extrañamiento del objeto-madre, es decir cuando la ligazón-madre (Objeto de
amor) se va a pique (a fundamento):
En primera
línea, han de nombrarse aquí los celos hacia otras personas, hermanitos,
rivales entre quienes también el padre encuentra lugar. La madre la nutrió de
manera insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor materno y no cumplió
todas las expectativas de amor que ella esperaba. Ahora bien, un segundo
carácter es que este amor carece propiamente de meta, es incapaz de una
satisfacción plena, por eso está condenado a desembocar en un desengaño y dejar
sitio a una actitud hostil.
Otro motivo,
mucho más específico para el desprendimiento de la madre, resulta del efecto
que el complejo de castración ejerce sobre la pequeña criatura carente de pene,
existiendo el reproche de no haberla dotado de un genital correcto, vale decir,
de haberla parido mujer.
Por último,
la prohibición de masturbarse, se convierte en la ocasión para dejar de
hacerlo, pero también es motivo para rebelarse contra la persona prohibidora,
vale decir, la madre. El aferramiento en la masturbación parece abrir el camino
hacia la masculinidad. El rencor, por haberle impedido el libre quehacer
sexual, desempeña un gran papel en el desasimiento de la madre. Ese mismo
motivo vuelve a producir efectos tras la pubertad, cuando la madre cree su
deber preservar la castidad de la hija.
El tránsito
al objeto-padre se cumple con ayuda de las aspiraciones pasivas, quedando
expedito para la niña el camino hacia el desarrollo de la feminidad, en tanto
no lo angosten los restos de la ligazón-madre preedípica superada. [2]
4.
Orientaciones de desarrollo femenino.
Son diversos
los efectos del complejo de castración en la mujer. Ella reconoce el hecho de
su castración y así, la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero
también se revuelve contra esa situación desagradable. De esa actitud dispar
derivan tres orientaciones de desarrollo:
●La primera,
la suspensión de toda la vida sexual. La niña, aterrorizada por la comparación
con el varón, queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico
y con él, a la sexualidad en general, así como a buena parte de su virilidad en
otros campos.
●La segunda
línea, la porfiada hiperinsistencia en la virilidad, retiene la masculinidad
amenazada; la esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas increíblemente
tardías, es elevada a la condición de fin vital y la fantasía de ser a pesar de
todo un varón sigue poseyendo a menudo virtud plasmadora durante prolongados
períodos. También este «complejo de masculinidad» de la mujer puede terminar en
una elección de objeto homosexual manifiesta.
●Sólo un
tercer desarrollo, los esbozos de la feminidad definitiva, desemboca en la
final configuración femenina que toma al padre como objeto y así halla la forma
femenina del complejo de Edipo. Por lo tanto, el complejo de Edipo es en la
mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado; es creado por él
influjo de la castración.
Bibliografia:
[1] Sigmund
FREUD .Sobre la sexualidad femenina.1931.Ed. Amorrortu. Buenos Aires .Pág. 229.
[2] Sigmund
FREUD .Feminidad.33ª Conferencia. Freud Total Versión Electrónica. Trad. L.
Ballesteros.1933.
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