Además, la evolución histórica muestra que la mujer de nuestra civilización ha adquirido una notable libertad sexual y económica que la ha llevado a insertarse por necesidad y/o voluntad a los medios de producción, adquiriendo en ocasiones una auténtica independencia económica respecto al varón, con una relativa disminución de los prejuicios y presiones sociales en torno a la sexualidad y una transformación valorativa de la maternidad, expresada en su negativa consciente e inconsciente a ser madres. Este fenómeno en la mujer, tiene importancia y trascendencia en sí mismo, es imposible que pierda esta importancia en manos de una sociedad que pide calladamente a la mujer un cambio en su estructura valorativa. Ahora en nuestros días por circunstancias socioeconómicas, se le manda a la mujer moderna un nuevo mensaje que resulta ser conflictivo y desconcertante para ella, y aquella meta que toda mujer tiene fijada consciente y/o inconscientemente en la maternidad no resulta ser ya la meta primordial, la meta por excelencia, aquella por la que justificó su existencia y para la que fue educada. La sociedad le pide otro tipo de metas; tiene puesta en ella una serie de expectativas, que si bien no se jerarquizan si se les imprime mayor importancia que a la maternidad, la que es sublimada y en el peor de los casos rechazada, expresando con esto un desacuerdo con su propio sexo y con su propia existencia. Esta función primordial denominada maternidad, puede ser ejercida con satisfacción y sin los sentimientos de culpa que originan la disociación de las dos funciones: maternidad y sexualidad, necesarias en toda mujer; las que a su vez posibilitarán que la mujer sea productiva en otros campos, ya que al metabolizar esta conflictiva adquirirá su propia liberación y liberación implica responsabilidad.
Bibliografia.
Marie LANGER. Maternidad y sexo, Ed. Paidos ; Buenos Aires; Pág. 11
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