Tú amas
a una persona : Una mujer vino a verme y me dijo: «He estado casada durante
diez años y mi marido y yo jamás hemos discutido por nada. Y ahora de repente,
¿qué es lo que ha pasado? Él me ha abandonado».
Ella
pensaba que el hecho de que nunca se hubieran peleado, demostraba que estaban
muy enamorados. Eso es absurdo; pero es aristotélico; la mujer es absolutamente
lógica.
Ella me
dijo: «Hemos estado casados durante diez años. Nunca hemos discutido ni nos
hemos enfadado el uno con el otro. Estábamos tan enamorados que nunca nos
peleábamos por ninguna razón. No tuvimos ni un sólo momento de disputa. Y en
cambio ahora, ¿qué ha ocurrido? ¡De repente me ha dejado! ¿Se ha vuelto loco o
qué? Nos adorábamos». Ella se equivoca.
Si el
amor es tan grande tiene que haber alguna disputa. Algunas veces os peleareis.
Y la lucha no destruirá el amor, sino que lo enriquecerá. Si hay amor, se
enriquecerá al pelear; si no hay amor, entonces os alejareis, os separareis.
Diez años es mucho tiempo; hasta veinticuatro horas es mucho tiempo para estar
constantemente en un estado mental, porque la mente se mueve hacia lo opuesto.
Amas a una persona pero a veces te enfadas. En realidad, sólo porque amas te
puedes enfadar. ¡A veces odias! Algunas veces te sacrificarías por tu amante, y
otras quisieras matarle. Y tú eres ambas cosas.
Que
nunca os peleaseis durante esos diez años, sólo significa que no había ningún
amor. Significa que no era una relación. Y que teníais mucho miedo a que
cualquier enfado, cualquier conflicto, cualquier cosa sin importancia pudiera
romperlo todo. Teníais tanto miedo, que nunca discutisteis. Nunca creísteis que
el amor pudiera ser más profundo que la disputa, que la pelea pudiera ser
momentánea y que después de ella cayerais uno en brazos del otro aún más
profundamente. No, nunca confiasteis en eso. Por eso es que os las apañabais
para no pelear. Y entonces no hay por qué sorprenderse de que el hombre se haya
ido. Yo le dije: «Lo que a mí me sorprende es que haya sido capaz de estar
contigo durante todos esos años. ¿Por qué razón?».
La vida
está viva. Lo opuesto está ahí, hay un ritmo. Te vas, vuelves; te despides,
llegas; desobedeces, y luego también obedeces; amas y odias. Así es la vida,
pero no la lógica. La lógica dice que si amas no puedes odiar. Que si amas,
¿cómo vas a enfadarte? Si amas de esa forma amas de una forma monótona, siempre
lo mismo. Pero entonces te pondrás tenso, te será imposible relajarte. La
lógica cree en un fenómeno lineal: se mueve en una línea. La vida cree en
círculos: la misma línea sube, baja y se convierte en un círculo.
El
símbolo yin y el yang. La vida es así: el encuentro de los opuestos. Este
círculo del yin y el yang es mitad blanco y mitad negro. En la parte blanca hay
un punto negro, y en la parte negra hay un punto blanco. El blanco se mueve
hacia el negro, y el negro se mueve hacia el blanco; es un círculo. La mujer
moviéndose hacia el hombre, el hombre moviéndose hacia la mujer...: así es la
vida. Y si lo observas minuciosamente, lo verás dentro de ti.
Un
hombre no es un hombre las veinticuatro horas del día, no puede serlo; a veces
es una mujer. Y una mujer no es una mujer las veinticuatro horas; a veces ella
es también un hombre. Se trasladan a lo opuesto. Cuando una mujer se enfada ya
no es una mujer; se vuelve más agresiva y más peligrosa que cualquier hombre,
porque su masculinidad es más pura y además está sin usar. Así que cuando la
usa, tiene una intensidad con la que ningún hombre puede competir. Es como un
terreno que no ha sido usado durante muchos años: arrojas unas semillas, ¡y
surge una abundante cosecha'.
A veces
una mujer se vuelve hombre, y cuando lo hace ningún hombre puede competir con
ella; se vuelve muy peligrosa, por lo que entonces es mejor que el hombre se
rinda. Y eso es exactamente lo que hacen todos los hombres: se vuelven sumisos,
se rinden. Porque el hombre tiene que convertirse inmediatamente en mujer, pues
si no, habrá problemas. Dos espadas en el mismo lugar causarán problemas. Si la
mujer se ha convertido en hombre, si ella ha cambiado el rol, inmediatamente el
hombre se convierte en mujer. Así todo se restablece. Y de nuevo el círculo se
completa.
Y
siempre que un hombre se somete y se rinde, su rendición tiene una pureza con
la que ninguna mujer puede competir; porque ordinariamente el hombre nunca
adopta esta postura, este juego. Normalmente él se levanta y lucha. Normalmente
él es voluntad, no sumisión. Pero cuando se rinde posee una inocencia con la
que ninguna mujer puede competir. Mira a un hombre enamorado; se vuelve como un
niño pequeño.
Pero es
así como se mueve la vida. Y si lo entiendes ya no te preocupas en absoluto.
Entonces sabes que aunque el amante se haya ido, volverá; que aunque la amada
esté enfadada, te amará.
Fuente : OSHO, El libro
de la nada.
1 comentario:
Muyyy inteesante, solo me quede pensado si es un palo para mi o una reflexion, jiji. Estoy muy perseguida. Pero fue muy interesante, me habian recomendado Osho.
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